La oferta pública de acciones presentada por AES para adquirir parte del capital accionario de CANTV nos da la oportunidad de constatar a través de un ejemplo práctico muchas cosas que en boca de inversionistas potenciales y analistas financieros podrían ser consideradas como meras especulaciones teóricas.
La oferta de AES equivale a un valor total de empresa de aproximadamente 3,2 mil millones de dólares. Hace ya casi diez años el gobierno de Carlos Andrés Pérez privatizó parte del capital accionario de la telefónica por el equivalente (en valor de la empresa) de unos 5 mil millones de dólares. Esa cantidad, considerando el valor del dinero a través de diez años a una tasa de inflación mínima de 2.7%, equivale a 6,5 mil millones de dólares de hoy en día. Pero la diferencia no se detiene allí, puesto que CANTV tiene hoy en día en caja unos 900 millones de dólares, mientras que aquella CANTV no tenía siquiera cómo financiar los planes de inversión que eran necesarios para desarrollar la infraestructura de comunicaciones del país.
Existen varias consideraciones que es necesario tomar en cuenta a la hora de comparar ambos precios. En primer lugar aquella CANTV tenía un potencial de crecimiento mayor que la CANTV actual, sencillamente porque la penetración de líneas fijas era mucho menor de lo que es ahora, 10 años después. En segundo lugar, aquella CANTV era un monopolio público, y la privatización le garantizó que lo siguiera siendo por un período suficientemente largo como para generar parte del capital que se requería invertir para poner a Venezuela al nivel de otros países de América Latina en materia de comunicaciones.
Pero estas dos consideraciones difícilmente justifiquen una diferencia tan amplia en el valor de la empresa. El principal factor que está detrás de la pobrísima oferta de AES lo constituye el hecho de que se esperaba mucho más de aquella Venezuela que de la Venezuela actual. Aquella era una Venezuela abierta a la inversión extranjera, con un marco institucional que, con sus defectos y virtudes, era mucho más favorable que el de hoy en día (inexistente), y la privatización se llevó a cabo mediante un proceso transparente del cual el Estado venezolano sacó el máximo provecho.
Una diferencia clave para entender la magnitud del “efecto Venezuela” de hoy en día se encuentra en el hecho de que aquella CANTV era una empresa del Estado, mientras la CANTV de hoy es una empresa de capital público. Esa característica le permite a cualquier inversionista que considere que AES está haciendo un buen negocio, presentar una oferta superior pero menor al valor intrínseco de la empresa. Entonces, ¿Por qué hasta la fecha no ha habido nadie dispuesto a hacer una contraoferta por CANTV? La respuesta es sencilla: Ningún otro inversionista – hasta ahora – piensa que el futuro de Venezuela justifique un valor mayor que el que AES está ofreciendo. Las tasas de rendimiento que se exigen para invertir en Venezuela son tan altas – para compensar el riesgo – que requieren precios muy bajos de entrada. La excesiva dependencia del petróleo, la fragilidad del sistema cambiario, la incapacidad del Gobierno para generar un marco institucional que propicie la inversión y disminuya el riesgo político, son factores que los inversionistas descuentan del precio que están dispuestos a ofrecer por CANTV. Y es que la incapacidad del gobierno y su escualidez institucional, le están tumbando el valor de los activos venezolanos.