El gobierno de Argentina acaba de anunciar el cierre de un nuevo acuerdo de financiamiento con el Fondo Monetario Internacional por ocho mil millones de dólares, además del envío inmediato de mil doscientos millones necesarios para campear el temporal en el muy corto plazo. La intención continúa siendo inyectar estos fondos a la caja de conversión para extender su período de vida, con la esperanza de que la credibilidad internacional retorne a Argentina y la economía se recupere. Con esto el gobierno de De la Rua ha ganado un poco de tiempo, quizás el necesario para evitar una devaluación antes de las elecciones de representantes al Congreso en Octubre, pero con ello también ha incrementado la magnitud del ajuste que será necesario para corregir los desequilibrios causados por el sistema de convertibilidad.
¿Por qué esta nueva inyección de fondos no ha causado una recuperación en los niveles del riesgo país argentino? En primer lugar, este nuevo paquete de financiamiento incrementa la magnitud de los fondos que se deben destinar en los próximos dos años para pago de deuda, una situación que ya de por sí se presentaba comprometida antes del nuevo endeudamiento. Esto seguramente requerirá de recortes más drásticos del gasto público en el futuro, lo que continuará deteriorando los ya de por sí bajos niveles de popularidad del Presidente De la Rua y su equipo de gobierno (las encuestas más recientes indican que cuatro de cada cinco argentinos desaprueban el paquete de medidas económicas del Ministro Cavallo). En segundo lugar, porque esos mismos recortes en el gasto público contribuyen a prolongar la recesión económica, disminuyendo así la principal fuente de ingresos del gobierno (aparte del financiamiento externo), el impuesto al valor agregado (IVA). En este sentido el recorte del gasto se ha convertido en un monstruo que se muerde la cola.
Mientras tanto las protestas en la calle continúan. A las tradicionales huelgas, paros y bloqueos de arterias viales, la semana pasada se le sumó una protesta de más de veinticinco mil personas en el centro de Buenos Aires solicitando al gobierno que declare una moratoria de la deuda. Los inversionistas locales, quienes son los mejores conocedores de las circunstancias y sirven de verdaderos termómetros a los mercados internacionales, han perdido la fe en el sistema de convertibilidad y continúan sacando sus capitales de Argentina. En los últimos seis meses el volumen depósitos en el sistema bancario ha caído 20%.
¿Cuál es la salida para Argentina? En mi opinión, Argentina todavía puede apalancarse en los niveles de credibilidad de que goza el Ministro Domingo Cavallo para darle la vuelta a la crisis y marcar el inicio de la recuperación. Cavallo podría anunciar que el sistema de convertibilidad actual es insostenible, que el peso se va a devaluar en la magnitud que corresponda (de acuerdo con los análisis iniciales el valor del dólar podría estar entre 2.5 y 4 pesos) y de allí en adelante se va a mover de acuerdo con un esquema más flexible. Se reestablecería el Banco Central con Cavallo al frente y se iniciarían los trámites necesarios para el refinanciamiento de la deuda (la devaluación va a disparar el servicio de la deuda en moneda local, haciendo imprescindible la reprogramación de pagos de deuda).
A estas alturas, los precios de la deuda en los mercados internacionales y de aquellos activos argentinos que cotizan en Bolsa ya tienen incorporadas las expectativas de devaluación, de manera que no es probable que sufran una caída mayor.
La implementación de un nuevo esquema cambiario con él al frente podría gozar de la misma aceptación popular que tuvo en Estados Unidos la visita del Presidente Nixon a China en 1972. Porque no había mayor anti-comunista en los Estados Unidos que Nixon, la gente recibió la noticia de su visita a China y el consecuente reestablecimiento de las relaciones con ese país con cierta tranquilidad. Cavallo diseñó e implementó el mecanismo de conversión en 1991 y ha sido su principal defensor desde entonces. Nadie mejor que él para desmantelarlo y devolver al país a la normalidad.
Miguel Angel Santos