Hay dos hipótesis que podrían explicar por qué el gobierno ha optado por dejar de gobernar. Por un lado, para resolver problemas como la inflación, el desabastecimiento, la falta de empleo o la inseguridad, hay que sentarse a trabajar, pegarle nalga a la silla (como diría mi profesor Napoleón Goizueta), diseñar planes, tener capacidad gerencial para ejecutarlos; actividades todas que exigen cierta disciplina de trabajo que el poder ejecutivo parece haber perdido. Esa una situación común en un país acostumbrado a consumir bastante más de lo que produce. Seguramente más de un lector ha sido testigo de un arreglo similar en su propio ambiente de trabajo (por fortuna, para mantener vivo el espíritu empresarial de la nación, existen los trabajadores informales, esos sí que no pueden dejar de esforzarse o de ser creativos porque desaparecen en ese salvajísimo neoliberalismo que predomina en el sector).
Según la otra hipótesis, el gobierno ha reconocido su incapacidad para resolver nuestros problemas, y se ha apresurado a pasar una reforma constitucional que ahogue cualquier posibilidad de que el descontento natural que surgirá ante la ausencia de soluciones (y de gobierno) se pueda canalizar políticamente.
En cualquier caso, nuestros problemas seguirán ahí. En el área económica, el gobierno tendrá presión social para seguir incrementando el gasto público. La demanda seguirá creciendo en un país operando a plena capacidad y sin ninguna inversión productiva significativa. Eso provocará a su vez una fuerte presión inflacionaria, que hasta ahora se ha aliviado a través de importaciones, en 80% traídas con dólares a tasa de cambio oficial. Ese patrón no se puede sostener, la curva de crecimiento de las importaciones tiene una pendiente mucho mayor que la de exportaciones petroleras (aunque el precio sube, los volúmenes de producción siguen cayendo). En 2008, o se implementará un régimen de cambio múltiple que devalúe de forma implícita el bolívar, o simplemente se pondrá a CADIVI a funcionar en modo “operación Morrocoy”. Si se recortan las importaciones, se acelera la inflación. Si no quieres inflación y pones controles de precios, tienes escasez.
2008 vuelve a ser un año electoral. Ahora todos los años son electorales. Si el gobierno desea que aparezcan los bienes de nuevo en los anaqueles debe flexibilizar los controles. Hace unas semanas se ajustó el precio de la pasta en 58% en un día, en el caso de la leche de larga duración el ajuste ha sido mayor. Los demás rezagos son de igual magnitud. El gobierno ha decidido solucionar la escasez de algunos bienes reconociendo la enorme inflación represada. Mientras no se recupere la inversión y la producción, la elección continuará siendo entre inflación, escasez e importaciones. Dentro del esquema mental de la revolución será difícil salir de este ciclo, ya es tarde para que el gobierno se reinvente a sí mismo y se convierta en una especie de imán para la inversión privada. Por esa razón continuará el esfuerzo por introducir los elementos claves de la reforma. Eso generará aún más conflicto del que hubiese provocado de aprobarse el pasado 2D. “Cosas veredes Sancho, que harán temblar paredes”.
Miguel Ángel Santos