Cuatro días de lluvia intensa, sin ver la luz del sol, y hoy tampoco será la excepción. Mientras camino hacia el centro reparo en las pieles curtidas, rojas, de los viandantes, en la frecuencia de las barbas profusas, que ocultan más de la mitad del rostro, en los ojos hundidos. Ahora se me ocurre que son meros signos de evolución, tratos que han desarrollado en su lucha contra la inclemencia quienes vienen habitando esta enorme roca desde hace poco más de mil años. El lenguaje, lleno de interrupciones, de precipicios y sonidos guturales, es una suerte de espejo de su atribulada geografía. Y es así, mientras bajo por la calle Bankastræti, no puedo dejar de pensar en que a esa misma hora, unos cuantos metros por debajo de la superficie, hacen pulso toda suerte de fuerzas terrestres, lava volcánica, cámaras de oxígeno, corrientes de agua hirviendo cuya presión encuentra salida aquí y allá, en múltiples géiseres. Más arriba, en las noches claras, los vientos arrastran partículas solares que al chocar con el hidrógeno generan ese colosal espectáculo de luces que se conoce como aurora boreal. Y en el medio de todo eso: el hombre.
He quedado en encontrarme a las diez en unos de los innumerables cafés de la ciudad, Kaffitar, con Bjorn Johannesson. Bjorn trabajó en la oficina regulatoria financiera (suerte de superintendencia de bancos) que se encargó de realizar la investigación posterior a la crisis del 2008. Y es que entre 2008 y 2011, esta pequeña isla de poco más de trescientos mil habitantes fue barrida por una de los peores crisis financieras que haya registrado la historia. Qué condujo a la crisis es ahora menos importante que la receta que ha seguido para salir de ella.
Un amigo común nos ha puesto en contacto. Me interesa estudiar el proceso a través del cual un país profundamente endeudado, en bancarrota, consigue restablecer su credibilidad y recuperarse rápidamente. Según Bjorn, la receta ha sido muy sencilla: “La idea es concentrar la acción del estado en atender a la población cuyos ahorros fueron arrasados por las quiebras de bancos; no en salvar a los bancos. El sistema permitió que colapsaran los bancos, amplió la red de asistencia social a los perjudicados, y abrió un proceso judicial contra los banqueros. A los ahorristas se les reconoció el límite mínimo (21.000 euros), ni un centavo más. Los activos de los bancos quebrados fueron liquidados, y las acreencias atendidas en la medida del valor de mercado de esos activos. Esa es la diferencia esencial”.
Mientras en Irlanda el sector público se endeudaba para rescatar instituciones financieras, en Islandia se celebraron dos referéndums que decidieron en contra de esa estrategia. Sus habitantes no veían por qué debían sufrir para pagar por la avaricia de inversionistas extranjeros que habían acudido a la isla para aprovecharse de las altas tasas de interés.
Además de eso se decretaron controles a la salida de capital mientras se estabilizaba la situación”. ¿Y no se depreció la moneda? “¿Qué si no? Se depreció más de 150%, ¡no teníamos reservas para defenderla!”. En ese momento, Bjorn se levanta y me pide que lo acompañe a su oficina, aquí mismo, del otro lado de la calle.
“Una parte esencial de la estrategia para la recuperación fue crear una comisión de investigación conformada por los economistas islandeses de mejor reputación, muchos de los cuales estaban en universidades en el exterior. Se les dio vía libre para investigar cuentas, flujos de fondos, transacciones, en fin, se les puso todo a su disposición”. El resultado son nueve tomos de colores pastel, que me muestra con orgullo, donde se describe con detalle prolijo las redes de compañías asociadas utilizadas para préstamos fraudulentos, los vínculos de propiedades, las redes de corrupción asociadas al sistema bancario. “Esta investigación ha sido puesta a la disposición del público, y aunque pocos la hayan leído, es parte esencial de nuestra forma de iniciar la recuperación y promover la credibilidad”.
De allí salimos a caminar de vuelta al centro, subiendo por la calle Skolavoroustig (ya advertí lo del idioma), que culmina en la plaza de la catedral. Ahí, a medio camino, Bjorn me señala un pequeño edificio de ladrillos gruesos grises, de una sola planta. Aunque había pasado ya varias veces por aquí, nunca había reparado en él. Ahora los alambres de púas que rodean los topes de los muros se me hacen evidentes. “En esta cárcel es en donde están los cuatro principales banqueros que los reportes identificaron como principales responsables de la crisis financiera”. ¿Aquí, en el centro? “Si, ¿por qué no? Mi esposa trabaja en el edificio de al lado, y me cuenta que los ve dar vueltas en círculos por el patio central, en las tardes”. No hay un sólo atisbo de satisfacción, y sí algo de amargura: “Son gente con familia, hijos… Es una verdadera tragedia.”
Apenas unos años después, ya Islandia ha conseguido empezar a crecer al 2%, pagar por adelantado el préstamo que recibió en 2008 del Fondo Monetario Internacional, estabilizar la inflación, y estabilizar su tasa de cambio (tras la enorme depreciación, la corona islandesa se ha estabilizado en alrededor de 50% por encima del nivel pre-crisis). La vuelta a la pesca, el turismo, y las energías limpias son los principales motores de la recuperación. Islandia le ha dado la espalda al euro, y ha iniciado el rumbo a reencontrarse a sí misma.
Miguel Ángel Santos