El control de cambio y las múltiples misiones que el Presidente está ensamblando con desesperación están enchumbando de liquidez a la maltrecha economía venezolana. Las consecuencias en términos de inflación de este desmesurado aumento del circulante podrían no tener precedentes en la historia económica de Venezuela, cuyo hito más alto en materia de precios lo representa el 100.83% que sufrimos en 1996 (cortesía del gobierno del Presidente Caldera, de su propio control de cambio, y del manejo desacertado de la crisis financiera).
En esta ocasión, el control de cambio ha sido férreo, asfixiando a la economía privada, y convirtiéndose a ratos en suspensión. Esa suspensión acarrea un aumento inmediato de la liquidez, porque se monetiza automáticamente toda la contribución fiscal de PDVSA a través del gasto público. Pero esos no son los únicos bolívares de más que tenemos. Este año el gobierno le solicitó al BCV 2.2 billones de bolívares en utilidades cambiarias, que salieron de las bóvedas del ente emisor para sumarse al carnaval de bolívares derivados de la renta petrolera.
Esos billones de bolívares adicionales están cayendo en una economía que está produciendo 11% menos que el año 2002, y 20% menos que el año 2001. A más bolívares, y menos bienes, en medio de una situación de estricto control de cambio, la única manera de que las cuentas cuadren es que lo poco que se está produciendo cueste cada vez más. Y es que lo que los miembros del gobierno no terminan de entender, es que imprimiendo bolívares de más no se estimula la inversión ni la producción del aparato productivo privado, porque eso no va a cambiar las pésimas expectativas que existen en relación con la economía venezolana.
Desde Enero hasta la segunda semana de Noviembre, la cantidad de dinero en circulación ha aumentado 41.7%, de 19.4 billones a 27.4 billones. Todo esto sin contar los 8 billones de bolívares que el BCV ha sacado del mercado vía emisión de títulos. Estas monedas y billetes recogidos por el BCV le están causando un costo financiero tremendo a esa institución y constituyen una bomba de tiempo, porque si las expectativas sobre el desempeño de la economía no mejoran, cuando venzan deberán ser recogidos de nuevo, a tasas presumiblemente superiores.
Los efectos inflacionarios de este aumento desmesurado de la liquidez no serán registrados por el índice de precios al consumidor (IPC), porque los precios de varios bienes se encuentran controlados, pero sí empezarán a verse reflejados en los índices de precios al por mayor y al productor, hoy en día en 43.3% y 29.3% respectivamente (para los últimos doce meses).
¿Cómo le explica uno a la gente que no tiene cómo cubrir sus necesidades básicas, que esas dádivas presidenciales son pan de hoy y hambre de mañana? Mi teoría es que esas personas ya saben que esos regalos de hoy son insostenibles, que ese dinero se les está pagando de una manera que va a generar una inflación tal, que muy pronto no va a tener ningún poder de compra. Mi teoría es que ya la gente asimiló que el aumento de 10% promedio que se les otorgó en el 2003 (10% en Julio y 20% en Octubre, da en promedio para el año 10.15%), se quedó pálido al lado de la inflación que generó la recesión y la falta de dinamismo de la economía venezolana. Mi teoría es que los venezolanos de todos los niveles están preocupados y perplejos mirando cómo el borracho se embriaga e inunda la economía de liquidez. El problema está en que, por esas imperfecciones de las metáforas y de los símiles, hay alguna probabilidad esta vez de que la resaca no la sufra el borracho, sino los que vengan a sacarlo del bar.
Miguel Angel Santos