La importancia de los mecanismos de señalización y de los símbolos en la economía de nuestros días no puede haber quedado más en evidencia durante las declaraciones más recientes del Presidente del Banco Central de Argentina, Roque Maccarone, al Wall Street Journal (WSJ).
En primer lugar, el artículo – quién sabe si ha pedido del Presidente o por la orientación del enviado de WSJ – hace énfasis cada vez que se refiere a Maccarone como al Presidente del Banco Central, una figura que los argentinos desde 1991 habían escuchado muy poco, envueltos entonces por la euforia colectiva que generó el plan de convertibilidad, la eliminación del Banco Central (repetida hasta el cansancio), y el pasar a tener la misma moneda que los Estados Unidos.
Ahora quien habla es Maccaroni, Presidente del Banco Central de la República Argentina, ya no habla Cavallo, Ministro de Economía. Ahora el mensaje de que el gobierno va a mantener la estabilidad cambiaria no importa la disciplina fiscal que sea necesaria, difundido por Cavallo desde su re-nombramiento hasta hace muy poco; está siendo substituido por la retórica de Maccaroni: “No queremos que la convertibilidad dure para siempre; el problema es elegir el momento adecuado”.
Maccaroni ha ido inclusive un poco más lejos al reconocer que el momento ideal para abandonar la convertibilidad fue 1994, cuando la economía argentina estaba creciendo a niveles del 7% anual; no ahora, cuando el país está en medio de una fuerte recesión económica que ha tumbado la fuente de ingresos fiscales principales, el ISLR, y el IVA. Cabe recordar a quienes han expuesto las bondades de la experiencia argentina como aproximación al modelo neoliberal, que Argentina se ha mantenido durante estos diez años con el impuesto al valor agregado más alto de América Latina.
Adicionalmente, hoy en día 70% de los depósitos de la banca y la mayoría de los contratos de financiamiento – préstamos e hipotecas – se encuentran denominados en dólares, por lo que una devaluación vendría a poner una fuerte presión sobre el sistema de pagos de la economía, poniendo a riesgo al sistema bancario. Siendo así, uno no se explica por qué ambos (Cavallo y Maccaroni) han solicitado a las instituciones bancarias argentinas que tienen fondos depositados en el exterior que repatríen 2 mil millones de dólares de reservas para mantener los requerimientos mínimos de reserva que el sistema actual argentino necesita para funcionar.
De manera que el mensaje implícito ha cambiado. En lugar de tener a Caballo diciendo: “Ok, ok, ustedes (los inversionistas) tenían razón, el esquema era insostenible, es que estábamos tratando de hacerles creer que era sostenible a ver si llegábamos a las elecciones de Octubre, pero no funcionó”; tenemos a Maccaroni reconociendo que la convertibilidad no debe durar para siempre (qué sutileza), pero hay que buscar “el momento adecuado”. Lamentablemente el espacio de maniobra se está acabando y muy probablemente el gobierno no vaya a tener el beneficio de escoger el momento adecuado. Ese, el momento adecuado, va a venir impuesto por las circunstancias.
Miguel Angel Santos