Con algunos días de retraso me he sentado a revisar en detalle el documento leído por Ramón Guillermo Aveledo el pasado 23 de enero. Me gusta leer a quienes me expresan, a los que son capaces de decir de la mejor manera esas cosas que uno ya siente y no encuentra cómo encauzar hacia la realidad exterior. Manifestaciones así no tumban dictaduras, está claro, pero son necesarias para proveer de contexto y sentido de la orientación a la lucha política que nos vemos obligados a librar a diario en condiciones de franca desventaja. El documento esta estructurado de una manera muy simple, con una amplia convocatoria a la unidad nacional (inscrita dentro de la misma tradición unitaria del 23 de enero de 1958), un diagnóstico de nuestra situación y una propuesta concreta de defensa de la democracia alrededor de doce objetivos. Dentro de esa estructura, quería aprovechar este espacio para complementar el balance que heredamos tras catorce de años de revolución.
La evaluación debe hacerse en la misma línea de la famosa parábola de los talentos: A quién más se le ha dado es aquél a quién se le debe exigir más. Cuando empezó la revolución, las exportaciones petroleras de Venezuela equivalían a 522 dólares por persona. Catorce años después, al cierre de 2012, esa misma cifra alcanza los 3.095 dólares per cápita. Es una cifra colosal, aún si ajustamos por inflación en Estados Unidos el aumento es de 324%. Decir eso es decir que cada uno de los 14 años nuestras exportaciones petroleras reales per cápita crecieron 11%. Pero esta lluvia de recursos no fue suficiente. En 1998 la deuda de externa de toda la República era de 28.455 millones de dólares (1.220 dólares por persona) Al tercer trimestre de 2012, la deuda externa consolidada de la República totalizó 102.357 millones de dólares (2.454 dólares por persona). Aún ajustado por inflación, cada uno de nosotros debe 101% más que hace 14 años.
¿Qué hicimos con todo ese dinero? Muy poco, la verdad. EL PIB per cápita, en una época de bonanza extraordinaria, ha crecido 13% en 14 años (0,9% anual). En ese período, pasamos de importar 838 dólares por persona al año a nada menos que 1.350 dólares. A falta de producción e inversión nacional, las importaciones hicieron posible un enorme boom de consumo: Un venezolano promedio consume en volumen 53% más que en 1998. Así, la renta petrolera entera se nos escapó en importaciones (428.083 millones de dólares o 62% de las exportaciones petroleras) y salidas de capital (169.378 o 25%). Allí tenemos ya el 87% de los ingresos provenientes del petróleo. ¿Y los de la deuda? Esa historia es más triste aún. Todo el crecimiento de la deuda pública externa y buena parte de nuestras reservas internacionales fueron a las arcas del FONDEN. Desde su fundación, el fondo ha recibido más de 105.000 millones de dólares, sin que tengamos hasta la fecha ninguna idea de qué hicimos con ese dinero.
Viendo este balance, uno se da cuenta del enorme fracaso económico de la revolución. También se da cuenta de que Venezuela no tiene ninguna razón de fondo, al menos no económica, para estar pasando por lo que hemos pasado y seguimos pasando.
Miguel Ángel Santos