Adiós a la bola de cristal

Adiós a la bola de cristal

El Universal

La política cambiaria del gobierno continúa dando bandazos. Después de una depreciación en el mercado paralelo de 67% durante los primeros once meses de 2007, el esquema de venta de bonos que se implementó a partir de noviembre produjo una apreciación de 47%, y ahora en tan sólo treinta días ha ocurrido una nueva depreciación de 21%. ¿Qué puede explicar semejante volatilidad?

Por un lado, el gobierno había tenido cierto éxito en convencer al mercado que mantendría la oferta de divisas hasta noviembre. Más que señalizar intenciones se concentró en hechos, liquidando divisas en el mercado paralelo a través del sistema de notas estructuradas hasta traerse el valor del dólar a la vecindad de tres bolívares. Subió las tasas de interés, obligando a algunos especuladores (siempre en el buen sentido de la palabra) a liquidar divisas (más oferta). La sabiduría popular estaba convencida de que este esquema se mantendría al menos hasta las elecciones. Después de allí vendría el diluvio. Tratándose sólo de unos meses, si el petróleo bajaba de sus exorbitantes niveles, siempre se podría emitir deuda o recurrir al FONDEN, ya casi equivalente a la leyenda del dorado.

El fracaso de la operación de deuda con Argentina no ayuda tampoco a explicar el resurgir del paralelo. A fin de cuentas, el gobierno cuenta con dólares, que utilizaba para comprar títulos de deuda argentina, que a su vez nos vendía a nosotros. Esa operación sigue siendo posible a través de la emisión de deuda del propio gobierno venezolano (al rendimiento exigido por los mercados internacionales: 12%), o aún más, a través de la simple y vulgar liquidación de divisas petroleras en el mercado paralelo.

¿Y entonces? Entonces hay varias opciones. El petróleo ha caído en más de treinta dólares en los últimos meses, la capacidad de endeudamiento del gobierno pareciera tener límites, y en FONDEN podría haber líquido bastante menos de lo que se piensa. Pero hay una cuarta posibilidad.

Cada vez que ocurre uno de estos vaivenes, los economistas y analistas financieros del país, algo así como diecinueve millones de personas (excluyendo sólo a los menores de quince años), recogemos algunos hechos, conjeturas y justificaciones, y salimos corriendo detrás de las cifras (algunos de ellos están más arriba). Es decir, como ya resulta casi imposible contar con una teoría económica, psicológica o social que nos conduzca a los números, uno lo que hace es que agarra cualquier hecho conveniente, cualquier conjetura, cualquier cosa que haga sentido o que suene como si lo hiciera, y se pone a correr detrás de ellos.

Quizás sería más útil asumir de una vez por todas que el proceso de la política económica del gobierno no existe, que no hay ningún plan, ningún objetivo estratégico, ninguna explicación siniestra. A la volatilidad propia del mercado petrolero, nosotros le hemos montado encima la aleatoriedad, la irresolución e inseguridad propia de la política económica del gobierno. Yo creo que nos iría mejor reconociendo de una buena vez que estamos en presencia de un proceso aleatorio cuya distribución de probabilidades se desconoce, de manera que casi cualquier cosa es igual de posible que cualquier otra.

Miguel Ángel Santos

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