Book reviews: La carretera, Cormac McCarthy

Book reviews: La carretera, Cormac McCarthy

El Universal

Nombre: La carretera (The road)
Autor: Cormac McCarthy
Nacionalidad: Estados Unidos
Género: Novela
Editorial: Mondadori
Año de publicación: 2006 (original), 2007 (versión en español)
Número de páginas: 210
Premio Pulitzer 2007

“Al despertar en el bosque en medio del frío y la oscuridad nocturnos había alargado su mano para tocar al niño que dormía a su lado. Noches más tenebrosas que las tinieblas y cada uno de los días más gris que el anterior. Como el primer síntoma de un glaucoma frío empañando el mundo. Su mano subía y bajaba al compás de la preciada respiración. Retiró la lona de plástico y se puso de pié envuelto en aquellas prendas y mantas pestilentes y buscó algún atisbo de luz hacia el este, pero no lo había”.

Así comienza la travesía de un padre y su hijo por un territorio norteamericano sobre el que aún se observan residuos de llamas de un enorme incendio, de una posible hecatombe nuclear. Los dos protagonistas, y aún los pocos sobrevivientes con los que se habrán de topar en el camino (en la carretera), no tienen idea de qué ha sucedido. Del suelo se levantan columnas de humo, nada que comer, no hay agua limpia, hace frío, apenas sobreviven algunas pequeñas colonias o grupos de seres humanos en andrajos, abandonados a su propia suerte, que se canibalizan y persiguen unos a otros en el esfuerzo por prolongar su existencia. “Papá, ¿cuál es nuestro plan de largo plazo?”. No es una frase sacada al azar de estas páginas tan áridas, salidas de la boca tiznada de un niño obligado a convivir demasiado pronto con el lado más oscuro, es el leitmotiv de la novela. Leyéndola recordé aquél viejo chiste de Woody Allen, acerca de la conversación entre dos mujeres mientras cenan en un restaurante francés: “¿No has notado que la comida en este restaurant tiene un sabor muy parecido a la mierda?” “Sí, ¡pero eso no es lo peor! Lo peor es que las porciones son super-pequeñas”. La vida es así, todos nos quejamos, todos anhelamos una mejor, la mayoría de las veces el mundo no es un lugar demasiado agradable, pero todos vivimos esforzándonos por prolongar nuestra estadía.

Ese es el principal motivo que encuentra el lector para seguir adelante, su identificación, y acaso también su curiosidad por el resultado, con ese enorme esfuerzo por preservar una existencia sin sentido. Ese, claro está, y la extraordinaria forma en que McCarthy describe el transitar de padre e hijo, con algunos pocos víveres y mantas arrumadas en un maltrecho carrito de supermercado, por el paisaje baldío, el mar color de plomo, los peces muertos, los cadáveres mutilados por el holocausto o sus sobrevivientes, las aldeas abandonadas, la carretera.

” – ¿No tienes una historia alegre que contarme?
– Son más bien como la vida real.
– Y las mías no lo son.
– No, las tuyas no.
– ¿La vida real es muy mala?
– ¿Tú qué piensas?
– Bueno, yo pienso que todavía estamos vivos. Nos han ocurrido muchas cosas malas, pero todavía estamos aquí.
– Sí.
– No te parece que eso sea tan estupendo.
– Puede”.

McCarthy intercala los pensamientos de los protagonistas, los recuerdos de la infancia del padre, la narración de la travesía, y algunos encuentros fugaces con otros seres vivos, con un conjunto de diálogos en donde no siempre es evidente quién es el padre y quién es el hijo, quién es el hombre, y quién es el niño. Quizás en un entorno tan desprovisto de perspectivas y de contextos, en un escenario en donde el hombre ha sido devuelto a una condición tan primitiva, las diferencias no sean tan evidentes. Así transcurren las 210 páginas. Una prosa extraordinaria para describir una aproximación única, muy distinta a las formas y los moldes tradicionales, al estudio (bastante más frecuente) del motivo de la existencia humana. Porque lo que sí está claro, es que ninguno de nosotros tiene plan de largo plazo. No si el plazo es suficientemente largo.

Mis pasajes favoritos…

“Echaron a andar por el asfalto bajo una luz gris plomo, arrastrando los pies por la ceniza, cada cual el mundo entero para el otro”

“Pensó que si vivía lo suficiente el mundo se perdería por fin del todo. Como el agonizante mundo que habitan los ciegos nuevos, todo él disolviéndose lentamente en la memoria”

“En la carretera no hay interlocutores de Dios. Se han ido y me han dejado aquí sólo, se han llevado consigo el mundo. ¿En qué difiere lo que nunca será de lo que nunca fue?”

“Él pensaba que en la historia del mundo tal vez incluso habría más castigo que crimen pero ese era un magro consuelo”

“Un pantano muerto. Árboles muertos surgiendo del agua gris con colgajos de una turba gris y residual. Las salpicaduras de ceniza sedosa en el encintado. Tal vez en su destrucción sería posible al fin ver cómo estaba hecho el mundo. Oceános, montañas. El fatigoso contraespectáculo de las cosas dejando de existir. La extensa tierra baldía, hidróptica y fríamente secular. El silencio.”

” – Quiero estar contigo.
– No puede ser.
– Por favor.
– No. Tienes que llevar el fuego.
– No sé cómo hacerlo.
– Sí que lo sabes.
– ¿Es de verdad el fuego?
– Sí.
– ¿Dónde está? Yo no sé donde está el fuego.
– Sí que lo sabes. Está en tu interior. Siempre ha estado ahí. Yo lo veo.”

Miguel Ángel Santos

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