Cuatro días en Japón

Cuatro días en Japón

El Universal

El aeropuerto de Narita se encuentra cerca de la costa este de Japón. Apenas aterrizar, se siente el ambiente frío e impersonal que caracteriza los terminales, pero hay algunas cosas que llaman la atención aún al viajero distraído y atontado por la enorme diferencia de horas. El cielo gris a ratos invita a pensar si no será una cubierta. Y es que para el que pone un pie aquí por primera vez, para quien solo cuenta con una secuencia de imágenes mentales y aéreas derivadas de novelas, cuentos, noticias, y mitos gerenciales, cualquier cosa es posible. La lluvia pertinaz, bastante más espesa que la garúa de Dublín o Londres, pero menos densa que las monzónicas de Delhi. La eficiencia de las taquillas de inmigración, cuya economía va mucho más allá del tiempo. Se intercambian las miradas y los gestos mínimos, poca o ninguna palabra de por medio. Todo parece fluir, no hay momento de confusión o sorpresa. Unos días después, durante una visita a la casa matriz de Toyota, una de sus empleadas me dará una fórmula sencilla para entender mejor la mecánica de esta sociedad: “Japón es un país de pocas sorpresas: Uno se levanta en la mañana, se desenvuelve y va a lugares en donde espera que ocurran ciertas cosas, y esas cosas tienden a ocurrir según lo esperado”.

Las más devastadoras de esas pocas sorpresas no suelen venir del desenvolvimiento humano. Japón es uno de los países más propensos a sufrir catástrofes naturales, en particular terremotos y tsunamis. La forma en que los japoneses se preparan y reaccionan en estos eventos es una ventana única para entender el carácter de sus ciudadanos. Y dentro de esa ventana, a su vez, otra ventana: NHK TV. La estación de televisión privada se financia en un 96% con el dinero que paga cada uno de sus contribuyentes, a razón de veintiún dólares al mes. No recibe subvenciones del Estado, tampoco hace publicidad. NHK TV es una suerte de BBC japonesa con esteroides. ¿Veintiún dólares al mes por un solo canal, cuya actividad se centra alrededor de noticias, cultura, y en especial prevención, detección, y reacción en caso de desastres naturales? Para entenderlo mejor basta con revisar la cobertura de NHK durante el terremoto dela costa del Pacífico en la región de Tohoku (nombre oficial).

NHK posee equipos de detección que opera en coordinación con la Agencia Meteorológica del Japón. Ese día, 11 de marzo de 2011, se encontraba cubriendo una sesión en la cámara de diputados cuando detecta la aproximación del terremoto. Entiéndase bien: la agencia de noticias detecta su ocurrencia mucho antes de que sus efectos sean sentidos en la isla y procede a alertar ala población. Mientras la sesión en la cámara de diputados continúa en pantalla, un pequeño cintillo que cubre un cuarto de la pantalla en su parte inferior empieza a alertar a la población. La voz del narrador es monótona; su hablar no denota ningún gesto de angustia o desesperación: “Se aproxima un terremoto… favor proceder con calma, evacuar los edificios en la forma indicada, y proteger la cabeza de los objetos que puedan estar siendo desplazados por el movimiento…”. Los propios diputados de la sesión tardarán algo en reaccionar y, una vez en movimiento, no dan más señal de alarma de la que pudiera dar aquí Henry Ramos Allup saliendo del hemiciclo a buscar un marroncito. El peor terremoto de la historia del Japón se llevará consigo algo más de 5.000 vidas, más o menos cuatro meses de muertes en Venezuela. Pero no tiene caso lamentarse: Para hacer más, habría que saber más.

Ya en la calle, las pasarelas de peatones le dan a uno la sensación de estarse desplazando por los tentáculos de un pulpo, que a ratos se eleva por encima de la superficie de la calle y a ratos penetra el subsuelo y se esparce por una madeja de corredores subterráneos infinitos llenos detiendas y restaurantes. Entrada la noche, caminando bajo la lluvia por los distritos de Guinza y Shinjuku, la gente, aún en ropas de trabajo, luce tranquila, sin euforia, con cierta determinación que va mucho más allá del entusiasmo repentino que nos caracteriza. Arriba en los rascacielos aún están encendidas algunas luces, veo desde aquí a un empleado de traje que se desplaza de un lugar a otro y a ratos se inclina sobre un escritorio próximo a laventana a revisar unos papeles. No puedo dejar de pensar en tantas modasgerenciales que nos solían enseñar en la universidad, “método Taguchi”, “calidad total”, “diseño robusto”, “justo a tiempo (JIT)”. Decenas denombres y expresiones vacías que impregnaban nuestro vocabulario y se sucedían unas a otras sin ninguna intención de recapitular o adaptar, the new new thing, “viene del Japón”. Mera venta de ilusiones y fabricantes de sueños.No tiene sentido hablar y repetir las formas, sin estar al tanto del fondo quelas hace posible, y bajo el cual esas formas son capaces de producir resultados.

Disponible en:
http://www.eluniversal.com/opinion/140611/cuatro-d…

Miguel Ángel Santos

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