El 7-O y la caza del carnero salvaje

El 7-O y la caza del carnero salvaje

El Universal

El siete de octubre ha puesto a cada quien en la senda de una búsqueda muy personal. Se trata de encontrar explicaciones (fue el líder, la mesa, el mensaje, la estrategia, la narrativa, la historia, son las leyes, es el dinero, son los pobres, es la falta de educación, es el CNE, el control total, la captahuellas), nuevas formas de vida (nos vamos, nos quedamos, nos vamos yendo de a poco, ponemos un pie allá, nos adaptamos y seguimos aquí, ya no nos vamos a ir, sacamos las cosas de Navidad de una vez) y también de pareja (él se quiso ir, ella se quiere ir, qué voy a hacer yo allá, qué vamos a hacer los dos allá, que se vaya ella, que se quede él). A pesar de esta enorme diversidad, tengo para mí que existe un elemento común detrás de todos estos tanteos: Aunque en la superficie predomine el hecho positivo, lo que más nos ocupa el pensamiento, el mayor determinante de nuestras frustraciones, es esa otra realidad que por ahora ya no es posible. Acaso esa sea la razón por la que, de manera natural, debemos recaer en la literatura como fuente de restauración. Después de todo se trata de eso, de la otredad, de reconocer que la fracción que existe es apenas una ínfima parte de nosotros, que a fin de cuentas también estamos hechos de esos futuros perdidos, de esas otras vidas que se derivaron a raíz de opciones que no escogimos (individual o colectivamente), ya sea porque no podíamos o porque no sabíamos más. No se trata de evadir la realidad, una expresión común en el vocabulario de nuestros días, sino de todo lo contrario. Como escribe Javier Marías “cada trayectoria de vida se compone también de nuestras omisiones y de nuestros deseos incumplidos, de lo que una vez dejamos de lado o no elegimos o no alcanzamos, de las numerosas posibilidades que en su mayoría no llegaron a realizarse, todas menos una, a la postre”. Son esas otras realidades y esos otros con quienes nos reconciliamos en la ficción.

Menos estructurado

Pero Marías no hubiese alcanzado para superar (desde un punto de vista literario, se entiende) este trance. Debía ser algo bastante menos estructurado y recurrente, algo así como Haruki Murakami. Si Ud. no lo ha intentado antes quizás este sea el momento. Murakami también ha elaborado su propia versión de la otredad en Kafka en la orilla: “Oportunidades perdidas, posibilidades perdidas, sentimientos que ya no podremos traer de vuelta. Eso es parte de lo que significa estar vivo. En nuestras cabezas hay muy poco espacio para eso. Ocuparían una enorme habitación en un arreglo similar a las estanterías de una biblioteca. Pero para entender el funcionamiento del mecanismo interno de nuestro corazón debemos recurrir a esas referencias. Debemos desempolvarlas de vez en cuando, airearlas, rellenar de nuevo los floreros vacíos de esas flores muertas”. He ahí el rol de la ficción.

Las novelas de Murakami tienen un conjunto de códigos y elementos comunes. Sus protagonistas están atravesando una crisis personal muy severa, y un suceso trivial los suele lanzar hacia una profunda transformación. Empiezan a ser rodeados por sujetos extraños, de nombres inverosímiles y ocupaciones improbables. El pasado se confunde con el presente y el mundo de los sueños se sobrepone gradualmente sobre la realidad. Y he aquí que, en medio de esa crisis y con todas estas limitaciones, los protagonistas deben esforzarse por tantear la salida y en el proceso resolver, o tan sólo dejar atrás, ese conflicto de origen que los ha perseguido a lo largo de su vida. “La verdad no siempre es real, y la realidad no siempre es verdadera”.

Repasar…

En lo personal, debo confesar que un buen número de veces durante la campaña electoral se me vino a la mente de forma espontánea “La caza del carnero salvaje” . Tras saber los resultados, me apresuré a volver sobre sus páginas y repasar mis notas en los márgenes, en búsqueda de significado. El narrador, un joven treintañero sin nombre, comparte con su mejor amigo una pequeña agencia de publicidad y viene saliendo de un divorcio difícil. Tratando de superar dicha separación, se enamora de una modelo de orejas (literalmente), una mujer fascinante, prostituta ocasional, que posee sobre él una suerte de atracción magnética. Su vida cambiará para siempre cuando su socio decida utilizar en una de sus campañas una imagen idílica e inofensiva: unas ovejas pastando en una pradera y, a un lado, un carnero. La fotografía lo pondrá en la mira de un poderosísimo grupo industrial, un verdadero emporio económico y político que, por razones que no comprende del todo, coincide con la desaparición repentina de su socio. A partir de entonces, se verá envuelto en una ardua investigación digna de las mejores novelas policíacas norteamericanas. Debe encontrar el lugar de la fotografía y al animal en menos de un mes, pues el grupo tras el carnero tiene la fuerza suficiente para aniquilarlo física y emocionalmente, convirtiéndolo en un paria en su propia sociedad.

Secreto del poder

¿Qué encierra el carnero? ¿Por qué despierta tanto interés? El animal, una suerte de santo grial que contiene el secreto del poder, sólo se deja ver por aquellos a quienes él escoge. Una vez que la mirada del mítico carnero ha poseído al observador, éste adquiere una fuerza implacable, que se manifiesta a través de la convicción, de la desaparición de toda duda. Según la leyenda, el carnero estuvo detrás de muchas encarnaciones del poder absoluto, entre ellas el mismísimo Gengis Khan. Antes de que cada sucesiva encarnación del carnero muera, el poder regresa a su fuente original, hasta que el animal decida poseer a un nuevo observador. Y así sucesivamente. Sin el carnero, quienes ostentan el poder se descubren carentes de toda fuerza, pierden esa condición que les hace posible someter a sus contemporáneos. Visto así, ¿quién no quisiera tener esa convicción, ese poder de convencimiento, acaso también esa capacidad de someter a los demás? ¿Cuántas veces hemos deseado tener un líder que se encuentre poseído por la influencia del carnero? ¿Cuántas veces hemos suspirado en estos años por aquellos que ya no están, porque suponemos que estuvieron en su día poseídos por el carnero?

El protagonista de Murakami descubre poco a poco las claves ocultas tras el carnero, y la frenética sucesión de acontecimientos que se derivan de su descubrimiento en aquella fotografía por parte de los desesperados inquilinos del poder. Hay, sin embargo, maneras diferentes de reaccionar una vez que se conoce la existencia del carnero. Hacia los compases finales de la novela, la búsqueda del carnero se funde y se hace una sola con la del amigo extraviado. Este último, responsable de la propia fotografía y en consecuencia único conocedor del verdadero paradero del carnero, se ha figurado todo mucho más rápido que el protagonista y ha decidido liquidar al animal. La sola idea de su existencia es demasiado peligrosa para el conjunto de la especie. Aunque su propia desaparición física forma parte del proceso de eliminación del carnero, está dispuesto a hacerlo para darle así sentido a su melancólica vida. Todavía hay oportunidad para una última conversación entre amigos. “Morí con el carnero dentro de mí, no le di chance a salir. Esperé a que se hubiera dormido como un tronco, até una soga a la viga de la cocina y me colgué. No tuvo tiempo de escapar. De haberme retrasado un poco, me habría dominado por completo”.

Disponible en:

http://www.eluniversal.com/opinion/121111/el-7-o-y…

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