El fraude económico

El fraude económico

El Universal

El 7-O ha arrastrado a la oposición hacia una nueva crisis existencial. Venía como anillo al dedo la expresión en inglés soul-searching (algo así como “en la búsqueda de su alma”), pero ésta se suele traducir más bien por “examen de conciencia”, un proceso que evoca cierta serenidad de espíritu y disposición objetiva a reconocer nuestras fallas que aquí no aparece por ninguna parte. Predomina en su lugar la descalificación, el énfasis en el argumento ya conocido de antemano vociferado a-la Rodrigo de Triana, la crítica destructiva que paraliza y te deja sin ninguna idea, ya no digamos de qué hacer diferente, sino de qué hacer del todo a partir de ahora. Ya lo hemos intentado todo: ensayamos las marchas pacíficas y la salida militar, probamos la amarga copa de la abstención, amparada en aquella triste construcción del “parlamentarismo de calle”. Tras esa enorme hipérbole regresamos al voto. Antes de que esa desesperanza nos convenza de regresar a los estadios anteriores, vale la pena evaluar, de todas las que no nos han dado los resultados deseados, cuál ha sido la que nos ha dejado más cerca.

El 7-O coloca a la oposición a 5% de la mayoría absoluta. Con una participación superior al 80% no cabe esperar que el crecimiento pueda venir de otra parte. Siendo así, se trata “sólo” de convencer a 5% de los 55%, o menos de uno de cada diez. No será fácil, y menos aún con la muy confusa percepción y el nulo conocimiento que tenemos del otro y sus motivaciones. Aún así, no es un resultado despreciable. Se ha dicho mucho acerca de la naturaleza fraudulenta del proceso electoral, de la necesidad de negociar mejores condiciones. Ese debate parece decantar en una obviedad que nos ha costado mucho: Fraude nos es sólo pulsar “A” y que el voto se cuente como “B”, sino más bien el conjunto que rodea al acto electoral. Menos se ha dicho del fraude económico, que no es menos significativo.

En la rampa a las elecciones de octubre, el gasto público por persona ha llegado a ser 34% más grande de lo que fue en 2011. Esto equivale a decir que cada venezolano recibió en promedio 34% más de bolívares de gasto, una cifra colosal que no tiene precedentes. El del 2012 será el gasto público más alto de nuestra historia en términos reales por habitante. Este año el Estado venezolano gastará 51% del PIB, cuando el resto de América Latina promedia 27%. Como quiera que nuestros ingresos han permanecido estables, esa expansión ha provocado un déficit de 19% del PIB. La Grecia arruinada de hoy se encuentra alrededor de 10%; la España del 25% de desempleo está ahora mismo alrededor de 8%. Para financiarlo el Gobierno ha recurrido a la impresión de monedas y billetes a mansalva, que crecieron 51% entre la primera semana de octubre 2011 y la de las elecciones.

Bajo esas condiciones, la oposición ha conseguido el 45% de los votos. Visto así, una vez que pase la marea del día después, lucirá como toda una hazaña. A diferencia del conjunto del fraude electoral, en el que habrá que buscar formas de reclamar desde nuestra fortaleza, el fraude económico se reversará y desvelará a sí mismo. Es importante que esa revelación nos consiga con la fuerza que sólo se deriva de la unidad. Cualquier otra cosa, es un nuevo salto al vacío.

Disponible en:

http://www.eluniversal.com/opinion/121102/el-fraude-economico

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