El plan es que no hay plan

El plan es que no hay plan

El Universal

Lo ocurrido en nuestra economía en los últimos treinta días tiene enorme valor pedagógico. Sirve para ilustrar no sólo la magnitud de las restricciones que imponen los nuevos precios del petróleo, sino también el tipo de respuesta que el gobierno está en capacidad de dar. A muchos le sorprende que, con el petróleo en 34 dólares por barril, en el mercado paralelo el bolívar se haya apreciado. Eso ocurre por una razón bastante simple: El gobierno está liquidando ahí todos los fondos que provienen de la venta de petróleo. Ahora que los recursos están escasos, duele mucho cambiar un dólar en el BCV y recibir apenas 2,15 bolívares.

No se trata de que esa operación viole los convenios cambiarios, y menos aún de que se haya ejecutado de forma bastante opaca, por decir lo menos. La observancia de la ley y la transparencia son de esas ideas que por estos días suelen despertar de forma automática el “no te vayas a poner con esa vaina”. Pero esto va mucho más allá del deber ser.

Si el gobierno decide liquidar todas las divisas de la venta del petróleo en el mercado paralelo (para beneficiarse de la depreciación, sin devaluar), muy pronto acabará con las reservas internacionales. ¿Por qué? Por que CADIVI sigue autorizando la compra de dólares a tasa oficial: más de cuatro mil millones en noviembre. Esas autorizaciones se liquidan en el BCV. En los últimos treinta días la pérdida de reservas internacionales ha sido de 1.870 millones de dólares. Así de simple. Si, por el contrario, el gobierno decide trasladar parte de los ingresos en dólares por petróleo al BCV, será imposible mantener el paralelo en los niveles actuales. Si se utilizan los fondos que el gobierno mantiene en el exterior, se podría extender un poco más la fiesta, en la esperanza de que el petróleo se recupere.

Ese es el dilema. Si el petróleo venezolano promedia 50 dólares por barril en 2009, nuestros ingresos por exportación (calculados a dos millones de barriles diarios), totalizarían 36.500 millones de dólares. No hay dinero suficiente para mantener las importaciones (54.000 millones), contener el paralelo, y seguir manteniendo a nuestra familia extendida en América Latina. Si se reducen drásticamente las importaciones, se acelerará la inflación y la escasez (volverán los controles). Eso sí, partiendo como base del 37% de los últimos doce meses, 52% en alimentos. Y entonces, ¿cuál es el plan? ¿Con tumbar el cupo de viajeros tenemos?

El adalid de la reconversión monetaria y sus efectos mágicos sobre la inflación, reapareció esta semana para insistir en que “temporalmente” no está planteado ningún ajuste. “Ahora, cuándo es el tiempo correcto para hacerlo, eso lo dirá el desenvolvimiento de la economía”. Una de Yogi Berra. El plan es que no hay plan. Lo dice así, sin ninguna vergüenza. Mientras el mundo entero está armando planes de contingencia, luchando por retener la inversión privada y estimular la oferta, los nuestros se frotan la barba, como si estuvieran al frente de la reserva federal, como si el mérito y el genio fuese el mismo. La imagen de los escritorios vacíos, las gavetas llenas de excrementos de pájaros, prevalece también unas cuadras más allá del palacio legislativo.

Miguel Ángel Santos

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