El subdesarrollo es un estado mental

El subdesarrollo es un estado mental

El Universal

Hace ya algún tiempo, una tarde a mediados de los años noventa, Janet Kelly se me acercó para pedirme un favor. Un tal Lawrence Harrison estaba dictando varias conferencias en Venezuela, y alguien había llamado para preguntar si en el IESA había interés en conversar con él. “No he leído nada de él, pero sí lo he escuchado nombrar… quizás vale la pena”. Por aquellos días no había posibilidad de “googlear” su nombre, así que decidí probar suerte en la biblioteca Lorenzo Mendoza Fleury. Allí di con “El subdesarrollo es un estado mental”, la más conocida de sus obras. Unos días más tarde, Harrison abría su intervención ante un pequeño grupo de profesores, empleados y estudiantes, como un chiste que jamás he olvidado.

Tres maridos, un liberal, un conservador y un comunista; regresan a casa al final de una jornada de trabajo. Cada uno encuentra, en su propio hogar, a su respectiva esposa e3n la cama con otro hombre. El conservador decide matarlos a los dos. Adúlteros, infieles e inmorales: ¡No merecen vivir! El liberal considera lo ocurrido como consecuencia de sus propios actos. De alguna forma que trágicamente desconoce, ha sido él el verdadero causante de esa escena. Se suicida. El comunista sale apresuradamente del lugar y se va a lanzar piedras a las puertas de la embajada de Estados Unidos. Ese chiste me ha venido a la mente a raíz de la creación del Órgano Superior de la Economía. Según Nicolás Maduro, “su gran reto va a ser neutralizar todos los factores que sabotean la vida económica del pueblo… Un órgano superior para garantizar el abastecimiento y el funcionamiento de toda la economía y dirigir la guerra económica entre (sic) el gobierno y el pueblo”. Para completar el roster, Maduro anuncia la incorporación de “las FAN, el pueblo en salas de batalla social, consejos comunales, comunas, y demás movimientos sociales”, así como también la creación de un 0-800-SABOTAJE.

Es así. El gobierno nos quiere convencer de que estamos como estamos como consecuencia de un colosal sabotaje. El precio del dólar en el mercado paralelo se ha disparado 300% desde las elecciones de octubre para acá por un brote especulador. No tiene nada que ver que en el transcurso de ese período ellos hayan impreso 64% más de dinero, eliminado el SICAD, y realizado apenas tres subastas en lo que va de año por algo más de ochocientos millones de dólares. Tampoco tiene que ver con el hecho de que mantengan las tasas de interés pasivas entre 30% y 40% por debajo de la inflación, para financiarse “barato” con las pérdidas de valor del dinero de los ahorristas. Los especuladores son la nación entera, se encuentran repartidos a todo lo largo de la geografía y el aparato productivo nacional. Son responsables de la inflación en alimentos (65%), bebidas alcohólicas (56%), restaurantes y hoteles (52%). Han infiltrado el transporte (42%) e inclusive los espacios de esparcimiento y cultura (44%). Es una especie muy particular. A pesar de su deseo de derrocar al gobierno, mantuvieron la inflación en apenas 19% hasta octubre, sólo a partir de ahí empezaron a presionar. Para todos los que han venido pregonando la adopción de una política económica “más práctica”, la liberación del paralelo, un acuerdo con el FMI y la apertura de nuevas concesiones petroleras, la creación de este organismo viene a ser algo así como sacar la tarjeta de “Cárcel” en Monopolio. Sin pasar por Go! ni cobrar doscientos. Es demasiado tarde para reinventarse y, en cualquier caso, no tienen con qué.

Harrison advertía que aquél chiste estaba demodé. El muro de Berlín había caído. Ya el comunismo había sido barrido de Este a Oeste. A ninguno de los que estábamos allí aquél viernes en la tarde se nos ocurriría pensar que veinte años después estaríamos aquí, sin leche ni papel toilet, con el salario real y la economía cayéndose a pedazos, escuchando en cadena nacional el llamado a lanzar piedras en la Embajada de Estados Unidos. Muchos pensábamos que nos dejaríamos la vida en el esfuerzo de sacar a Venezuela de aquél lodazal en la que la había dejado la segunda mitad de la cuarta, encarnada su máxima expresión en la segundo gobierno de Rafael Caldera. No fue así. Pero las circunstancias nos revelan, no definen quienes somos. Lo único que no ha cambiado es precisamente eso: El subdesarrollo está en nuestra mente. Ahora quizás esté en la mente de unos cuantos más que en aquél entonces. Nos toca, como escribía Miguel de Unamuno “enfresar nuestra alma en la de los que la tienen dormida, o acaso muerta, y que viva allí, y allí, hecha como un óleo, arda y alumbre”. No hay luz sin fuego.

Disponible en:

http://www.eluniversal.com/opinion/130918/el-subde…

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