La guarimba party

La guarimba party

El Universal

José Ignacio Cabrujas solía decir que el rol de un articulista no era el de recoger en un conjunto de frases “¡eso mismo en lo que yo estaba pensando, pero no hallaba cómo decirlo!”. No. Se trataba, en palabras de Cabrujas, de “ser capaz de pellizcar a esa sociedad”. En este caso, se trata precisamente de eso. Ya no digamos a “la sociedad”, porque quienes leen este periódico no representan a la sociedad en su sentido más amplio; pero sí de pellizcar a ese segmento de la sociedad que lo lee. Sospecho que guarda una relación cercana, que comparte un plano significativo con el espectro al que me quiero dirigir.

Entiendo que la oposición está lidiando con un régimen dictatorial. Entiendo que hay al menos quince muertos, muchos de los cuales han caído con una bala en la cabeza. Entiendo también que mientras eso ocurre, los canales de televisión privados se entretienen en programas de cocina,peluquería y novelas. Entiendo que la mayoría de los poderes públicos tienen sus períodos vencidos. Ahora bien, eso no convierte cualquier cosa que se nos ocurra hacer en contra de ese sistema en efectiva, ni tan siquiera en algo que valga la pena hacer. Muchos parten de la premisa de que “al menos estamos haciendo algo”, como si hacer algo fuese necesariamente siempre mejor que nada.No es así.

La guarimba, esa extraña práctica a través de la cual un opositor le tranca la calle a otro que tiene la misma orientación política que él, y en el proceso se neutralizan ambos, no le trae nada bueno a la oposición. No se trata de hacérselo más fácil a ellos, sino de administrar nuestras fuerzas y nuestros recursos, que tampoco es que nos sobren. Hay que ser capaz de separar las cosas en matices, no sólo en blanco y negro, sirve o no sirve, y escoger la mejor acción. Una cosa es protestar, y otra cosa es guarimbear.

Los guarimberos son algo así como el Tea Party de los Estados Unidos. Convencidos de su propia virtud, acaso también de su falta de efectividad, siempre dispuestos a arrastrar al fracaso a su partido para hacer valer sus principios. Hay una suerte de desesperación, de propensión a la auto-derrota,de la que no somos capaces de librarnos. A muy pocos de los que andan en eso, o de los que defienden esa práctica, se les ocurre pensar que alguien pudiera no estar de acuerdo. Para ellos “es el pueblo”, sus compañeros de urbanización.Hacen citas vagas de la situación en Lídice, o en algún barrio próximo de reciente referencia, sin demasiada convicción, siempre a la carrera.

Y sin embargo, he aquí que, tras varias semanas de guarimba,empiezan a aparecer los primeros signos de agotamiento en la población, esa sí,en toda su extensión. La violencia le ha dado una oportunidad al gobierno de asociar el caos económico a las trancas de calles y avenidas a lo largo del país. Es una apuesta relativamente sencilla, que no requiere de mayores habilidades de venta. Mientras el caos se acentúa, se le hace más difícil al gobierno, sí, pero también se desprestigia la oposición. Es como si ambos viniesen cayendo de un terraplén, a ratos a velocidades diferentes. Si eso es así, la oposición debería tratar de aprovechar la menor oportunidad que tienda el gobierno o la comunidad internacional para armar una mediación, con actores locales e internacionales. Mujica lo ha ofrecido recientemente. Si no lo consigue pronto, lo que vamos a presenciar es una suerte de carrera suicida: Sicae primero el gobierno; o si se sostiene, y la oposición termina de perder el terreno ganado en estos últimos años.

Quienes se inclinan por la opción del golpe, que no son pocos y cada vez son más violentos, creen que quienes lo den nos van a llamar por teléfono al día siguiente. No se han paseado por la experiencia de Egipto, en donde celebraron la caída de Morsi y ahora sufren un régimen militar sin ninguna posibilidad de elecciones libres a la vista.

Son pensamientos sueltos, inconexos. A fin de cuentas, nuestra realidad, en la medida en que la vivimos, es también inconexa, la percibimos a trozos incompletos, en rápida sucesión. En esta circunstancia, cualquier pretensión de conocimiento absolutista es apenas una muestra de ignorancia. La oposición ha venido convergiendo hacia un set concreto de peticiones, ha venido abandonando la renuncia y la caída como precondición. En ese sentido, hemos progresado. Pero también es verdad que los llamados de los líderes a contenerla guarimba, la violencia, ha sido ignorado por los más extremistas. Son un grupo pequeño, pero en el mundo de hoy muy pocos son capaces de generar caos y dar al traste con el esfuerzo de muchos. De allí el caos.

Disponible en:
http://www.eluniversal.com/opinion/140305/la-guari…

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