Las tres maldiciones chinas

Las tres maldiciones chinas

El Universal

Hace unos días escuché a Teodoro Petkoff caracterizar las perspectivas del gobierno para el año 2008 con una supuesta maldición china: “Ojalá te pasen cosas interesantes”. En el momento me pareció demasiado apropiada como para ser verdad, quiero decir, para ser verdaderamente una maldición china. No pensé que la había inventado, sino más bien que había surgido de algún puente de la memoria, tendido de forma conveniente entre los recuerdos de cosas que él ha vivido, leído y escuchado. Decidí averiguar. Sí existe. Forma parte de una tríada de maldiciones chinas de severidad ascendente. Las otras dos no son menos curiosas y apropiadas: “Ojalá logres atraer la atención de las autoridades” y “Ojalá consigas lo que estás buscando”.

A diferencia de otras épocas, esta vez esos tiempos “interesantes” no han sido traídos por una caída en los precios del petróleo, sino todo lo contrario. Esa renta ha hecho posible que el gobierno acelerara el gasto que sirvió de aliento al crecimiento de estos últimos cuatro años, mientras arremetía contra la actividad económica privada. La inversión productiva, ya de por sí baja, desapareció, el país está funcionando a plena capacidad instalada. Se promovió entonces un boom de importaciones para hacer posible que el consumo creciera mucho más que la producción. Para evitar la inflación y la presión cambiaria se fijaron controles de precios y de cambio (políticas refritas de la cuarta). Las respuestas: La escasez, el desabastecimiento, la depreciación del bolívar en el mercado paralelo.

Ahora los aumentos del gasto cada vez generan menos crecimiento y más inflación. El sistema de controles es insostenible. Las importaciones han crecido en cada uno de los últimos cuatro años el doble de las exportaciones (44% vs. 26%). Si se calculan las exportaciones petroleras según los volúmenes que reportan las fuentes internacionales, la cifra es 19.760 millones de dólares inferior a la reportada por el BCV, nuestro superávit en cuenta corriente se reduce en un 80%, la balanza de pagos registraría un déficit de más de 25.000 millones de dólares.

Dentro del esquema mental del gobierno hay sólo dos maneras de enfrentar esta situación. La primera es correr la arruga, no devaluar, seguir subiendo el gasto, mantener bajas las tasas de interés e incrementar los niveles de aprobación de divisas para importaciones; en fin, dejar que el consumo siga creciendo mucho más allá de la producción. Ligar que el petróleo siga subiendo, disfrutar este rumbón hasta que alguien venga y apague las luces. Esta es la política de dale que el golpe avisa.

La segunda es promover un hard-landing (el soft-landing venezolano), moderar el gasto, subir las tasas de interés, implementar algún tipo de devaluación (simple o a través de un esquema de cambio múltiple), frenar el crecimiento de las importaciones y del consumo. Este año es electoral, pero casi todos los que siguen también. No sólo se ha materializado la maldición “ojalá vivas en tiempos interesantes”. Al gobierno le ha caído también la tercera, la mayor de todas, ha conseguido lo que desde hace tiempo se ha venido buscando. Ojalá, mientras eso ocurre, no nos caiga a todos nosotros también la segunda.

Miguel Angel Santos

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