Los achaques del euro y la CEE

Los achaques del euro y la CEE

El Universal

Hay muchísimas cosas sucediendo en Europa por estos días que estimulan el pensamiento económico y abren muchas interrogantes. Está claro, todas estas cosas sólo son “interesantes” para quienes no se encuentran allí, para los residentes son una verdadera catástrofe (de eso ya podemos hablar bastante nosotros).

Por ejemplo, hasta hace un par de años, Grecia, Portugal, España e Irlanda podían emitir deuda con una prima de riesgo bajísima, sólo por el hecho de estar arropados bajo el manto de la Comunidad Económica Europea (CEE) y su unión monetaria. Todos parecían estar conformes con la idea de una moneda común, un riesgo común. Los países menos ricos de esa unión se sentían felices emitiendo deuda barata, y los más ricos no se preocuparon demasiado hasta que se hizo inminente que iban a tener que rescatar a los caídos. La pregunta clave aquí es: ¿En qué momento cambió la percepción de riesgo de esos países? Si uno revisa los fundamentos, ni el déficit fiscal, ni el endeudamiento, ni la composición en moneda del endeudamiento han variado sustancialmente en Grecia, Portugal, Irlanda y España. Si es así, ¿por qué ahora pagan una prima de riesgo mayor? Quizás la pregunta en el fondo no sea tanto esa, sino por qué en algún momento llegaron a pagar una prima igual a la de las naciones más ricas de Europa. Ese es un tema.

Por estos días, ese riesgo moral de disfrutar los beneficios todos (emitir deuda barata) y que los costos recaigan sobre unos pocos (los países más ricos) ha conseguido amenazar la propia existencia del euro. No tiene sentido, se oye decir, mantener una unidad monetaria allí en donde no existe unidad fiscal. Una de las salidas que han sugerido algunos economistas es la centralización de la emisión de deuda soberana de Europa en un solo ente. Esta figura respaldaría el total de la deuda europea (o una fracción, no está claro aún). Esta idea resulta muy interesante. Eso significa que si el gobierno de Grecia necesita emitir deuda en moneda extranjera (en euros, la única que existe, ya no pueden emitir deuda en dracmas), debe ir a este ente centralizador a solicitar autorización o aprobación. Ahora bien, esto equivale a que los países de Europa, que ya hace unos años renunciaron a su autonomía monetaria y cambiaria, renuncien también ahora a su autonomía fiscal. Una píldora difícil de tragar. Antes de que esta solución sea implementada quizás caigan algunas repúblicas de la unión monetaria (que no es caer de la CEE).

Y es que las uniones monetarias se parecen muchísimo a los amores imposibles. Habiendo visto tantos casos de tipos de cambio fijos y camisas de fuerza venirse abajo, uno se pregunta si esta idea de la centralización fiscal no es simplemente empeñarse en extender la vida de un arreglo que en el fondo será imposible de sostener. ¿No resultó el amarrarnos las manos e imponer una unión monetaria? Ah bueno, ahora vamos a fregarnos todos aún más e imponemos una restricción fiscal. Lo que pasa es que Europa es diferente. La CEE y el euro es un proyecto político que ha costado mucho y es evidente que para mantenerlo los países miembros han demostrado estar dispuestos a hacer grandes sacrificios. Pronto veremos hasta dónde.

Disponible en:
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Miguel Ángel Santos

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