¿Qué tan rojo puede ser enero?

¿Qué tan rojo puede ser enero?

El Universal

Es impresionante la variedad de opiniones que se llegan a escuchar acerca de cómo podría ser Venezuela en enero, una vez aprobada la reforma constitucional. Ese es apenas un rasgo que caracteriza cuán lejos estamos de ser un país de verdad, más allá de lo que le dé la gana hacer a quien esté de turno en el poder en un momento dado.

Por un lado están quienes piensan que aquí no va a pasar nada, al menos nada que ya no esté pasando. Lo que ahora se pretende es formalizar todo lo que el gobierno, en franca violación de la constitución vigente, ha venido haciendo desde hace algunos años. La reforma vendría en la misma letra muerta en que se escribió la Constitución de 1999. Quienes sustentan esta tesis también alegan que cualquier intento por radicalizar el socialismo produciría una reacción popular que obligaría al gobierno a utilizar mecanismos de represión que a su vez, con alguna probabilidad, podrían convertirse en el comienzo de su fin. Según esta postura, con Fausto Masó a la cabeza, faltan todavía muchos años para que a uno le confisquen la casa o el carro; mientras Fausto pueda bajar a La Guaira los domingos, todo bien.

Por otro lado están quienes han realizado un análisis comparativo de la propuesta de reforma y sólo han encontrado en ella trazos de la carta magna cubana. En este sentido, la exposición de motivos es bastante más explícita que la reforma en sí. Allí se prepara el camino para el socialismo y acaso también para el comunismo, con un período intermedio de “transición” (“que podría durar muchos años”) en donde la propiedad privada se reconoce en términos muy frágiles, muy ambiguos, y siempre dependientes de que el Estado, de la manera más arbitraria, considere legítima (no dice legal, dice legítima) su adquisición y dé además la buena-pro acerca de la “función social” con que el dueño la utiliza (¿Qué función social puede tener una hummer?)

Yo me inclino por pensar que la reforma nos pondrá más cerca del segundo escenario que del primero. El cambio radical no será un escalón, vendrá representado por una pendiente mayor. La exposición de motivos es un mapa de ruta muy claro de hacia dónde se plantea ir el gobierno. Me sorprende que todavía haya gente que piense que desde 1999 hasta ahora “no ha pasado nada”. Basta con recordar PDVSA, RCTV, el teleférico, la apropiación y traslado de las reservas del BCV hacia fondos en el exterior, para darnos cuenta de que lo que en algún momento consideramos imposible ya ha ocurrido. “Aquí cierran un canal y el Presidente cae al día siguiente”. Esa acaso sea el arma más efectiva del gobierno para avanzar (y de nosotros para sobrevivir): Nuestra capacidad para reinventar el pasado y adaptarnos a la nueva realidad. Sí ha pasado, y bastante, y continuará pasando. Todo esto, siempre es bueno recordar, en un país sin restricciones fiscales. Con el petróleo en niveles de precios más moderados será otra historia. Las políticas de racionamiento en Cuba, implementadas en 1962, sólo empezaron a causar estragos a partir de 1989, cuando las dificultades de la Unión Soviética secaron la fuente que le permitía a la isla consumir bastante más de lo que producía. Nuestra Unión Soviética es el petróleo.

Miguel Ángel Santos

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