Stanford: Ni certificados, ni depósitos

Stanford: Ni certificados, ni depósitos

El Universal

Hay algunas cosas que, cuando llegan a su fin, no sorprende tanto que se acaben, sino que hayan sido capaces de llegar tan lejos. Ese es el caso de Stanford Financial Group (SFG), un conjunto de empresas cuya propiedad seminal es posible trazar hasta una entidad única, con un solo director y único dueño: Robert Allen Stanford. El grupo maneja 7.200 millones de dólares, más de 50.000 inversionistas en 131 países.

SFG opera a través de una compañía en Antigua, que ofrecía dos posibilidades de inversión: Participaciones en un fondo (Strategic Allocation Strategy, SAS) y Certificados de depósito. Prometía retornos muy por encima del mercado. En noviembre de 2008 la tasa de sus certificados a tres años era de de 5,4%, cuando la mayoría de los bancos ofrecían 3,2%. De acuerdo con los folletos promocionales, el fondo SAS había obtenido un rendimiento histórico en dólares que superaba en trece puntos porcentuales al índice S&P500. Los fondos recaudados por SFG eran agregados en Antigua, e invertidos en un “portafolio global bien diversificado”, “manteniendo el mayor de grado de liquidez posible para proteger a nuestros depositantes”. Este perfil de riesgo no concordaba con los retornos prometidos. Si parece demasiado bueno para ser verdad, casi siempre lo es.

Según el memorándum legal que soporta la orden de captura de Stanford, los fondos del grupo están invertidos en tres tipos de activos: efectivo (10%), fondos diversificados (10%), e inversiones discrecionales (80%). Estas últimas están concentradas en bienes raíces e inversiones de capital en empresas que no cotizan en bolsa (private equity), dos categorías con muy poca liquidez.

Hasta ahora, ni Robert Stanford ni su Director de Finanzas, James Davis (antiguos compañeros en Bayloy University), han respondido a las citaciones de los tribunales. Quien sí lo hizo fue Laura Pendergest-Holt, responsable por el portafolio de inversiones del grupo. Ha declarado que desconoce el destino de la inmensa mayoría de los fondos recaudados. Eso sólo lo saben Stanford y Davis. La Comisión de Valores que investiga el caso ha descubierto que el “desempeño histórico” que exhibían los folletos promocionales es un engaño: Se seleccionaban los activos que habían dado mayores rendimientos en el pasado, se armaba una cartera de inversión con ellos, y se presentaban los retornos que hubiese obtenido en períodos anteriores.

Los fondos recibidos por SFG no se consideran depósitos, por lo que no están cubiertos por ningún seguro. Además, la compañía que emite los certificados y participaciones se encuentra en Antigua, en donde no es supervisada por ninguna entidad regulatoria, salvo por una pequeña firma de contadores (CAS Hewlett & Co.).

En su testimonio, Laura Pendergest-Holt declaró que llegó a SFG a través de James Davis, de quien se hizo amiga a fuerza de coincidir todos los domingos en la iglesia de la comunidad en donde ambos vivían, en Baldwin, Mississippi. El señor reciba de tus manos este sacrificio… Por cierto, ¿quieres trabajar conmigo? Tengo un fondo que se encarga de estafar a los trabajadores el dinero de su jubilación. ¿Sí? Bueno dale, llámame. Que Dios te bendiga. Qué complejo es el cerebro humano.

Disponible en:
http://www.eluniversal.com/opinion/090227/stanford…

Miguel Ángel Santos

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