La calle Istiklal (Independencia) es un agradable corredor pedestre en la zona alta de Estambul, que comienza en la plaza del Túnel (una suerte de ascensor de una sola parada que transporta desde el Bósforo a la parte alta de la ciudad y viceversa) y termina en la de Taksim. Es un paseo de kilómetro y medio, dividido a partes iguales por la plaza de la Academia Galatasaray, lleno de tiendas, restaurantes, alguna que otra mezquita, un centro sufí de Derviches danzantes, flanqueado por edificios de corte europeo de lado y lado. Es la herencia de los mercaderes venecianos que se establecieron aquí (Beyoğlu) en el siglo XVI, todo un símbolo de la diversidad cultural de la ciudad. Taksim es una suerte de enorme redoma en donde parecieran confluir todos los caminos de Estambul. En su lado noreste se encuentra el parque Gezi, unos de los pocos espacios verdes que quedan en esta parte de la ciudad.
Éste es precisamente el lugar en donde se ha dado inicio a una verdadera batalla campal entre los manifestantes y el gobierno del primer ministro Recep Tayyip Erdoğan. Como suele suceder en estos casos, los hechos son difíciles de precisar y dependen siempre de quién los cuente. Aún así, hay ciertos rasgos comunes a las versiones de ambos lados. A estas alturas ya es evidente que esto tiene poco o nada que ver con la defensa del gramado y los árboles de Gezi: Ni los desproporcionados ataques con bombas lacrimógenas y ballenas con que Erdoğan dispersó a los primeros manifestantes, ni las consecuentes protestas en 67 localidades del país, 1.700 ciudadanos detenidos y varios muertos y desaparecidos. Es el tipo de reacción no lineal imposible de predecir: La misma que prevalecía en los apretones a los potes de plástico de kétchup de nuestra infancia.
Es el tipo de noticias que uno ve en televisión y en prensa y produce la clásica reacción visceral: “Mira a esa gente chico, por muchísimo menos que nosotros, ahí están, alzados”. En realidad, esto de trasladar deportivamente cosas que suceden en otras partes a la realidad propia es siempre muy peligrosos, pues se presta a cada quien extraiga las lecciones equivocadas, las que coinciden con su propia experiencia. A quien anda con un martillo en la mano todo le parece un clavo. La crisis de Turquía está atravesada por varias aristas, militares-civiles, derecha-izquierda, la república secular-Islam, Occidente-Oriente. Sus orígenes van mucho más atrás, a la época de la fundación de Turquía (1922) y la abolición del califato(1924). En aquél entonces, para darle a la nación un rumbo distinto, para promover su modernización, Mustafa Kemal Atatürk
supresión del califato y la creació
Es un conflicto cuyos orígenes van mucho más atrás, hasta las confines de la propia fundación de la república de Turquía, la dicotomía entre Oriente y Occidente, y la consecuente crisis de identidad nacional de la que se nutre la obra de Orhan Pamuk.
¡Si hay algo que me ha quedado claro de nuestra propia experiencia es lo difícil que resulta opinar con responsabilidad y conocimiento de causa acerca de las circunstancias de otros países. He perdido ya la cuenta en del número de veces que me he topado con el clásico profesor británico, español, cubano o norteamericano, curtido en los seminarios y marroncitos de los “Latin American Center” de sus respectivas universidades, opinar con aire de suficiencia (eso sí) sobre Venezuela, teniendo una idea muy vaga de lo que aquí ocurre. Todo lo que saben de nosotros les viene de segunda y tercera mano. Y eso por no mencionar a los franceses que se bajan de los autobuses turísticos en La Habana, con sprays faciales Evian y ventiladores portátiles eléctricos, y no cesan de alabar la “educación”, la “salud”, la égalité y la fraternité , la ilusión de armonía que les vende el régimen que reina en un sistema que esos mismos turistas no serían capaces de soportar en sus lugares de origen.
Disponible en:
http://www.eluniversal.com/opinion/130619/turquia-…
Miguel Ángel Santos